Porque el pollo siempre es más rico al Spiedo que frito...

Siempre hay algún momento en que las minas nos hacemos esa pregunta. Siempre nos pasa. Tengamos más o menos experiencias siempre se nos cruza esa pregunta, ese mito: ¿Cómo dar más placer a un chico?. Y entonces compartimos con amigas las experiencias, leemos la Cosmopolitan (revista más frívola y esnob imposible, pero que te tira algunos tips que han podido salvar noches irremontables), miramos películas porno, nos probamos lencería erótica. Pero también todas sabemos que cada pibe es distinto, que hacer la paja no siempre te va a salir bien porque hay pibes a los que les gusta lento, y que los mires embelesada mientras lo hacés, pero hay otros que quieren acabar ya y les gustá rápido, a otros les gusta que los apretés, o que los rodees con todos los dedos, y a los más perversos les gusta que les claves las uñas. Y de la lencería ni hablar; están los que prefieren el algodón, los que el encaje los vuelve locos, los que se calientan sólo con ver un corpiño transparente, y los que son tan brutos que ni siquiera se fijan en que lencería tenés puesta porque te arrancan todo de un tirón. Y vos que quizá estuviste una hora probándote ese corpiño violeta con relleno frente al espejo. Creo que igual, y sobre todo si es la primera cita y a veces no da acostarse, lo que los mata es la tanga esa de hilitos, porque les permite tocar todo igual. Y en ese presionar de hilitos se sienten machos, hay algo en ese tironeo que los vuelve primitivos, que los hace sentirse más hombres. Y todas sabemos lo que nos gusta ese clic que hace el roce de la tira de la bombacha con la piel.
O también están esos pequeños secretitos, del estilo: chupale el dedo como si le estuvieras chupando otra cosa, porque no hay nada más erótico que el secreto. No hay nada más sensual que llegar al límite, besarlo en todos lados menos ahí, hasta que la sangre se le acumule tanto que no pueda más. O también está la clásica apoyarle las tetas en la pija, rodearle la pija y dejarla que se deslice por tus tetas, casi casi dejándolo acabar. Quizá eso los mata porque la piel en las tetas es más sensible, mucho más que los dedos que son ásperos. Lo que les provoca ese escalofrío en todo su cuerpo es que es casi, casi, como la piel de un bebé.
Y mejor ni hablar de la succión en el pezón que los remonta a sus orígenes, como diría nuestro viejo amigo Freud, eso merece un capítulo aparte.

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