El otro feroz

4 hrs.
Insomnio. Cuando por fin pude dormir, aparecieron ellos: los come-hombres. Resulta que estaba con Las Benjamin de viaje. Era un bosque. De pronto, la gente empezaba a huir porque habían aparecido los secuestradores-come-hombres. Teníamos que escondernos. Acá no había heroísmo, no había el yo-me-enfrento-con-todo ni el nadie-me-vencerá. El miedo estaba presente. Los secuestradores tenían pinta de jipis mala onda. Estaban muy cerca nuestro. El miedo crecía cuando íbamos descubriendo las desapariciones de parte del grupo. Se los habían llevado. Se los habían comido. Con una Benjamín empezamos a correr, escondiéndonos de los come-hombres. Ahí me desperté, cagada de miedo. Salí al living a verificar las cerraduras de la puerta. Encendí mi velador como cuando era niña. Ahora ya no era el insominio, sino el miedo de volverlos a ver.

6 hrs.
Pienso si esos come-hombres tienen alguna relación con Walter. Hace una semana hice un corte definitivo y necesario.

6:20 hrs.
Pues bien, ellos regresaron; esta vez, pude comprobar que no era un ataque de misoginia, no era que se comían sólo a las mujeres, devoraban carne humana sin esperar a matar. Carne fresca. Esta vez, estaban más sacados que antes. Ahora los caminos eran más complicados, debíamos trepar cerros, cruzar descampados. Estaba en una cabaña, esperando a alguien cuando los veo acercarse. Salgo corriendo por la puerta trasera. Escucho un auto que arranca y aparece ella. Aparece mi abuela materna, en su auto. Le digo que me lleve. Llevame con vos, le digo. Mi abuela abre la puerta y despierto.

7 hrs.
Me hago un café. No pienso dormir nuevamente.
¿Qué onda este sueño mala onda?

23 hrs.
Con un compañero de trabajo, estábamos tan al pedo que empezamos a armar el pesebre navideño; léase: armamos una lista de los empleados y sus roles para nuestro patético pesebre.
Tiene que ser muy freak, me dice A. Como el pesebre es un poco acotado, se sumaron personajes de otros cuentos.
A, mi compañero de trabajo, decidió que yo sería Caperucita Roja. Obviamente le pregunté qué coños tiene que hacer Caperucita en Navidad. Me respondió trae la canasta navideña. Era una buena respuesta.

El domingo estuve en el Festival Buen día en los bosques de Palermo con un vestido rojo.
Y lo ví. Estaba Walter. Sentí miedo. Tomé mi bolso y me fui sin mirar para atrás. Me fui del bosque.

Acabo de regresar de la psicoanalista. Le conté mi sueño, le conté del pesebre, le conté mi domingo. Ella me dijo: el otro feroz. ¿Quién es el lobo?, pregunté.
No le di tiempo de unir las historias. Inmediatamente me vi con el vestido rojo saliendo del bosque, recordé a la abuela, el lobo...

1 comentario:

Anónimo dijo...

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