Instantáneas de la recuperación de la inocencia.


Cenital:

Mirado desde arriba,
el suelo se comparte igual
que la esquina
de una pared húmeda.

Un poeta grita con su cuerpo
verdades discutibles,
y los vasos de todas las manos
se vuelcan a la vez.

Los que estaban notaron
la delicada conmoción
de los cristales,
la llamada interviniendo
la luz azul del piano,
los ojos fijos en un punto.

Los que estaban notaron
todo menos el momento
justo del contacto.


Secuencia:

Si la calle está helada y la seguimos
vamos a tener que patinar
juntos hasta alcanzar el refugio
de palitos y de hojas.

Al chico que lleva mi mochila
no lo conozco,
pero su gesto me dice que soy buena.
Y yo le creo.


Pienso en hacer el esfuerzo
de llevarlo en brazos.

Si llegás hasta la esquina estás conmigo.



Infrarrojo:

Que sea lento obliga

a reconocer una uva
en cada anécdota.
Decidimos cambiar la borrachera
por chicles de otra década.

En el 96, hubiéramos escapado
del partido de Argentina

por el fabuloso mundo

de los pasillos desiertos.
Ahora tenemos la mejor idea
de ser otros,
para escapar del ruido.

Mi saquito azul
planea hasta el parquet;
y es un charco idéntico al
que tenemos en mente.

Estamos cruzados por el Medio.

Yo soy un gesto,
un vuelo detenido
en el aire.
Pura pulsión paralizada.


Luz natural:

Si amanece antes que nosotros
vamos a tener tiempo para
recordar a los caídos:
un bracito de barbie que le ganó

a las mudanzas, playmobiles
heridos en puestos de feria.

Vamos a observar

la manteca y el milagro

de la conexión:
la sensación nueva es desayunar
a upa de tus ojos.

Cuando cuente tres no te vas a acordar nada

Teleobjetivo:

La despedida frente a Kodak
es una foto robada,
un investigador que a la mañana
se empeña en descubrir
quiénes éramos.

El colectivo nos regresa
al punto de las
ecuaciones matemáticas:

Ya nos da paranoia, ya maduramos
los errores, ya no dormimos dos noches
en otra cama que no sea
nuestra cama.

I did it again

Una noche, una Benjamin, una cama...

- Me encantás.
- Callate.
- En serio, me encantás; o sea, desde hace tiempo que me encantás.
- Dejate de joder.
- Me gusta tu piel, tu pelo, tus tetas, tu concha. Tenés la concha más rica que he probado en mi vida.
- Ah, eso es un halago, ¿no? Onda, no puedo decir lo mismo de tu pito. Jajaja, es una broma. No está mal.
- ¿Por qué sos así?
- Así ¿cómo?
- Así, que te hacés la mala todo el tiempo.
- No me hago la mala. Soy mala. ¿No te diste cuenta?
- Yo lo que veo es una mujer hemosa que se pone una coraza encima porque se siente atacada por el mundo.
- ¿Estás drogado?
- Vos lo que querés es alguien que te mime, que te quiera, que te acompañe.
- ¡Bingo! pero sos re persuasivo, eh?
- No te hagás la dura, sola te vendés.
- Bueno, cortala ¿no? O sea, del "me encantás" al "tenés una coraza", como que te fuiste un poco al carajo.
- Qué linda que sos. Posta, me encantás.
- Si vos no me has dado bola, ¿a qué viene ahora tanto "me encantás"? Estás ebrio.
- Estoy más sobrio que vos, te lo aseguro.
- Puede ser.
- Es más, me casaría con vos.
- Bueno, dale. Vamos a casarnos.
- ¿Cuándo?
- Ahora.
- ¡¿Ahora?! Pero necesitaría hacerme un corte, onda un pacto con sangre.
- Nah, mirá: con baba. Un pacto de baba.
- ¿Cómo?
- Lamete la palma de la mano.
- Estás loca.
- Te encanta.