Oh, just in your underwear

Luces bajas. Un departamento en Villa Crespo. Tres chicas en un balcón. Colillas en el cenicero. Tres copas vacías. Dos botellas de Gato Negro.

Julia: ay, mirá que corpiño que te pusiste.

Laura: ¿Este? Pero si no es para tanto...

Andrea: ¿A ver?... es transparente. Se te ve el pezón..

Julia: No se ve tanto en realidad, se nota más porque hace frío…

Andrea: A mí me gustan los que se abrochan adelante…

Laura: A mi los de encaje, y con la bombacha haciendo juego…

Julia: Yo odio que las bombachas hagan juego, uso tangas de diferentes colores. A veces me las compro en el subte, ¿viste las que se compraba Sarlo?

Andrea: Sí, sí…. Igual vieron que yo soy más conserva…me gustan las bombachas grandes, de abuela. O los calzoncillos de hombres.

Julia: Pero los calzoncillos de hombres es algo que a ellos les encanta!!!. A mí mi ex me rogaba que me pusiera sus boxer.

Laura: ¿Y si te pedía slip te ponías igual?

Julia: Jamás uso slip. Odio los pibes con slip.

Andrea: En serio, a mi me encantan los slips….es mas, si se pone una zunga en la playa, mejor. Y si es negro, mejor todavía…

Laura: Que lindo pelo que tenes…me encantan tus rulos. A ver, Julia, me queda bien el pelo de Andre….
Si yo tuviera tus rulos no sabes lo que haría….

No quiero ser tu amiga

No me interesa. Pero vos no lo entendés.

Y me decís de ir a tomar un café, donde me contás de tu novia, de las posiciones raras que probás con ella, de los orgasmos múltiples que tenés con ella, mientras yo pienso que lo único que estás tratando de hacer es echarme en cara “Nosotros nunca probamos así”.

¿Y sabés que pasa, amor? No da que me cuentes esas cosas.

Date cuenta, honey: la postmodernidad tiene sus límites.

Es como acabar de coger con tu novia y contarle que en tu fantasía estabas pensando en Natalie Portman.
Toda apertura crea su propia línea divisoria, y hay sutilezas que uno tiene que aprender, hay ciertos límites que no se cruzan.
Lo entendiste, darling?

Sensación Térmica

38°C en el mundo
y yo nunca sentí tanto frío
como esa noche que dormías

en la otra punta de la cama


dándome la espalda.

Gracias Chiqui!

730 días

Dos años antes, había tenido que aceptar que él era lo que yo quería y
siempre hay impedimentos con las fantasías: yo con Walter,
las palabras sin cruzarse nunca ni una palabra con él, ninguna
probabilidad de que yo pudiera interesarle.

Una vez en el subte, increíble que pudiera sentir en el cuerpo
en todo el cuerpo,
que fuera posible venerarlo en silencio y después de eso todavía
existiera la oportunidad de conocerlo, los amigos en común
que facilitan los encuentros, las comunidades chiquititas,
pero qué bien:

será simpático, lo era, quería ser amigable. Yo mejor, en mi camita
de una plaza, no querría más amigos pero estaba bien dispuesta
a lo que fuera, a capturar algo (tuyo, algo):
y vos con tu capacidad tan asombrosa, la que tienen las personas
para parecer nunca estar cuando se las busca y estar siempre
en los momentos menos oportunos. Quiero decir, digo,
una calentura inextinguible.

Tanto busqué el momento perfecto, tanto que llegó el que no lo era:
separada yo de Walter, demasiado sola, no hubiera querido, ese día,
que él se adormeciera; toda situación es infantil, en estos casos,
y llegamos a la cama sin siquiera habernos ni tocado; cuando por fin
lo hiciste, ahí debajo de las sábanas, entendí cómo era eso que otros
me contaban: que el contacto fuera casi suficiente para estar al borde
del orgasmo. Pero así fue:
dos veces y
nunca recordar los detalles porque aquello era imposible, no pasaba y
era demasiado para un solo cuerpo, para el registro de esta sola mente.
Y la pobreza que vendría después, cuando aceptáramos ser
tan buenos amigos.

¿Clásico?

O más bien rayando en lo bizarro. No dejo de preguntarme si es normal o es que realmente la vida la tiene con algunos.
Resulta que salgo del trabajo y me dirijo a la parada del bondi. Bueno, hasta ahí todo normal: salgo del trabajo y me dirijo a la parada del bondi, como todos los días. Bueno, quizá no como todos los días, acabo de cruzarme más de 20 parejitas, y una chica sola con la cuál inmediatamente me vi reflejada. Semáforo en rojo, paro. Veo alguien que camina por la vereda de enfrente. Veo. No puede ser. Sí, puede ser. No, no puede ser. Sí, sí puede ser, porque ES. Veo. ¿Es?. Sí, es. No lo puedo creer, digo (sí, lo digo porque hablo sola). Intento un chiflido, y de los nervios no me sale. Cruzo la calle. Alguien está ahora exactamente a mi altura, o yo a la de él. Él voltea, me cubro el rostro, no puedo parar de reírme ( de nervios, claro). Hola, le digo. Hola, me responde. Feliz día, le digo atacada de risa. Qué cosa eh..., me dice. No podía ser de otra forma, no otro día, le digo. ¿Cómo me di cuenta que estabas atrás?, me dice. Ninguno de los dos entiende nada. Nos miramos, reímos. Caminamos juntos. Ahora parecemos una de esas parejitas.
Intenta resumirme porqué motivo está en ese lugar a esa hora. Lo escucho, sin decir nada. No sé qué decir, y hago silencio.
Bueno, chao, me dice entre risas, repitiendo mis últimas palabras del día en que fui a devolverle sus cosas. Voy a la parada, le respondo. Sí, lo sé, me dice. En la parada trata velozmente de ponerse al día de mi vida. Han pasado.... casi dos meses desde que nos dejamos de ver, y casi... un mes de su último mail en el que me contaba, entre otras cosas, que se muda a cuatro cuadras de mi casa. Para variar, repetiré la frase que vengo diciendo desde que me conocés: estoy cansado, me dice. Hago como que no lo escucho, me aburre el speech adolescentista.
Estamos en el 152, sin decirnos mucho. Walter me observa, yo miro por la ventanilla. No quiero saber mucho de él, trato de no preguntar. Hay silencio. Hay risas. En la próxima me bajo, le digo. ¿Te bajás?, me pregunta. Sí, tomo el 109, le respondo. Le pregunto si toma el 109 y me dice que no, que lo deja lejos. Esta vez no caigo en la trampa. Me levanto, me despido, aprieto el botón y me bajo.



Nota a la vida: Querida vida, vengo bancándome infinidad de cosas, personas, situaciones... ¿Justo hoy me lo tenía que encontrar?

14/02/2008

¿Cuántos revivals puede tener una historia?

la primera clave es que no sea sino
divino, con postgrado en Columbia
a las poetas les gusta que les terminen en
la espalda porque no las asusta
acabar comprometidas aunque dependa
siempre hay que pedirle, como en la visa:
si tiene experiencia con armas especifique
cuáles, bacteriología nuclear...
hay que recordar que una escena homo-erótica,
es como estar haciendo algo, y eso
es siempre una buena actitud
hay que decirle: te llevo a iniciarte y te contrato
bagarteo, luego elijo.
soy muy bondadosa a la hora del amor, trabajo
aunque cueste; sin embargo
yo no trabajo para nadie.
como en duro de matar,
y sus secuelas,
la primera es la película que promete,
la segunda no es tan buena pero se reserva
para la tercera, la tercera es un
fracaso, nadie produciría la cuarta...
yo voy por la quinta sabiendo
que como en esa canción de los Beatles, all I need
is love, y ustedes también, aunque el amor,
el amor sea fascista
(y el sexo, el sexo mil veces peor)
no tengo frase de cabecera sexual, pero me gusta
igual, al final me pregunto,
¿de qué tamaño es el amor?
en mi cabeza escucho:
yo estoy caliente mal con un
chico que ahora está en quinto año, me pongo
boba cuando lo veo, este año se llevó un trimestre
de física y pensé: nena, qué obvia que sos..
sepamos esconder la cerveza y devorar, un cadáver
exquisito, las noches en que las benjamin se juntan
tiembla, todos los bares, todos los barrios y
de lo único que se habla es de la inflación...

de nuestra pobreza.

una frase inolvidable:
histeriquear puede hacerte descubrir que
4 sobre 7 es un buen número pero nunca
hay que olvidarse de cantar bingo, porque si no,
si no, no vale.

anything else but you

Saliste de la facultad, atropellada. Agarraste a una amiga del brazo y la arrastraste a la parada del bondi, prometiéndole que la inauguración a la que asistirían iba a estar increíble. Llegaste a la inauguración para el brindis, el momento en que todos hablan entre todos. Algunos rostros te eran familiares. Entre copa y copa lo viste. El chico de traje rodeado de rockers, el rocker trajeado. No parabas de mirarlo. Qué raro que es, pensabas.
De pronto estás hablando con su amigo, de pronto estás hablando con él. Cómo te desplazaste tres metros, no lo sabés. Estás hablando con él. Te hace reír. Una conocida te da un papelito con una dirección. Tu amiga no puede desprenderse del champagne. La agarrás nuevamente del brazo, prometiéndole que la fiesta a la que van va a estar buena. Ahora estás en un taxi, tu amiga, un desconocido, y él. Hablan, no para de hablar, no paran de reír. Llegás a la fiesta. Tu amiga no para de hacer apuestas con nuevos desconocidos. Hablás con la gente, bailás, tomás, fumás. Lo ves. Te ve. Vas hacia su grupo. No conocés a ninguno, no te importa. Te presentás y hablás con ellos. Quedan solos. Te atrae. No sabés qué, pero te atrae. Están en el patio. Beben. Tu amiga aprovecha un taxi y se va. Estás sola, con él. El porro te empieza a pegar. Bailan. La gente empieza a irse, vos te vas también. Él también se está yendo. Te pide tu mail. En tu bolso tenés papel y birome, pero le decís que no tenés dónde apuntar. Él saca un papel, es una carta documento del trabajo. Te dice que ahí no puede escribir. Agarrás el papel, lo hacés una bola y lo tirás. Le decís bueno, entonces no te lo podré dar. Acabás de sentir que pasaste el límite. Te gustó eso. Te gustó el poder. Él levanta el papel y anota tu mail. Te acompaña a tomar un taxi con una amiga. Se despiden.
Al día siguiente tenés un mail de él. Durante una semana tenés mails de él.
Durante veinticuatro días hablarán por msn. Durante veinticuatro noches inventarás un rostro. Te gusta. Te gusta tu invención. Él te llamará para bailar tango y no podrás ir. Una tarde te llamará para ir al cine. Quedarán en un punto de encuentro. Verás cientos de rostros, pero no lo recordarás. Temerás equivocarte. Decidirás quedarte visible. No lo reconocerás. Él se te acercará. No será como vos lo habías pensado. No será el rostro que habías inventado. Verán Las trillizas de Belville. Caminarán buscando un bar, luego estarán por Recoleta y él te invitará a tomar un vino en su casa. Irás. Estarás en su casa, tomarán dos botellas de cabernet. Él se te acercará y te dará un beso.
Estás en su cocina. Él se acerca por la espalda, te levanta la pollera, te empieza a lamer el culo. Querés tenerlo adentro. Te das vuelta. Te muerde las tetas. Te desviste casi desgarrándote la ropa. Te lleva a la habitación. Te gusta. Te gusta el poder que tiene sobre vos. Te gustan las palabras que te dice al oído. Te palmea. Te hace gritar.
Amanece. Benjamín y vos se entregan al sueño.

Diálogos absurdos

No existen las casualidades. No, no existen. No es casualidad que los dos hayamos ido solos a ese ciclo de Fassbinder, a ese ciclo que poca gente va, incluso poca gente sabe que existe.
No es casualidad que te dieras cuentas de que era yo y no te hayas movido del asiento igual. Que cuando saliéramos del cine decidieras venir a saludarme en un beso seco, sin ruido, de esos que se dan en el aire y no en el cachete.
Tampoco es casualidad que tuvieras puesta la remera que yo te había regalado. Que cuando nos volvimos juntos en el colectivo me preguntaras:
-¿Cómo estás?- y yo te respondiera
-Bien, ¿y vos?
-Bien, bien...
cuando los dos sabíamos que la pregunta que ninguno se iba a animar a hacer era
¿Me extrañaste?

Sí, te extrañé. Era obvio que te extrañé. ¿Qué esperabas? que cuando pase por la puerta de tu casa no espere encontrarte de casualidad, que cuando en el celular aparece desconocido mi corazón no se ponga a vibrar. Lo siento, no puedo.
-Estás más flaca- me decís.
-Puede ser – te digo- Sabés que no me peso, así que ni idea...
Así, tus diálogos se mezclan con mis diálogos, en un sinfín de roces evanescentes.

Y llegamos a tu parada, y te tenés que bajar, y me mirás sin saber que hacer pero te bajas igual, y yo no digo nada, me muerdo la lengua y no digo nada, simplemente te miro irte y pienso en porqué te alejas de vuelta.
Así lo diría Elliot: “Como se mueve un jarrón chino. Inmóvil. Perpetuamente en su inmovilidad”.

Coger en alemán

Sí. Como el cuento de Mairal. Pero con un suizo. Con un suizo que encima se parecía a un hobbit. Los mismos ojos de Frodo, esos ojos celestes penetrantes, esos ojos que no me sacaron la vista de encima todo lo que duró la noche.

La excusa: es peligroso salir sola de noche.
La otra excusa: no conozco el lugar, no se que bares hay...

La noche promete sola; las cosas fluyen en un inglés de conversaciones triviales que los dos sabíamos que olvidaríamos el día después.
Mucho pisco, margaritas y un par de nachos entre roces de manos y miradas a un escote que mostraba más de lo que insinuaba.
Volver en un colectivo, sentir que el deseo se enciende pero callar.
No conocer los códigos: entre el alcohol y la noche siempre hay uno o dos pasos que cuestan dar.

La última excusa: compartir el cuarto es más barato.

Ahí, si, por fin, el hobbit termina dentro mío. Fue lento, con esas manos blancas de hobbit, con ese recuerdo de la película y el anillo y los rulos de Frodo.
Y en el éxtasis, el suizo gritó en alemán. Una frase inentendible que me asustó y me calentó a la vez. Tres veces estuvimos esa noche. Y dos la mañana siguiente. Pero no volvió a repetir esa frase, esa frase en alemán que sólo él y la noche saben lo que significa.