Diálogos absurdos

No existen las casualidades. No, no existen. No es casualidad que los dos hayamos ido solos a ese ciclo de Fassbinder, a ese ciclo que poca gente va, incluso poca gente sabe que existe.
No es casualidad que te dieras cuentas de que era yo y no te hayas movido del asiento igual. Que cuando saliéramos del cine decidieras venir a saludarme en un beso seco, sin ruido, de esos que se dan en el aire y no en el cachete.
Tampoco es casualidad que tuvieras puesta la remera que yo te había regalado. Que cuando nos volvimos juntos en el colectivo me preguntaras:
-¿Cómo estás?- y yo te respondiera
-Bien, ¿y vos?
-Bien, bien...
cuando los dos sabíamos que la pregunta que ninguno se iba a animar a hacer era
¿Me extrañaste?

Sí, te extrañé. Era obvio que te extrañé. ¿Qué esperabas? que cuando pase por la puerta de tu casa no espere encontrarte de casualidad, que cuando en el celular aparece desconocido mi corazón no se ponga a vibrar. Lo siento, no puedo.
-Estás más flaca- me decís.
-Puede ser – te digo- Sabés que no me peso, así que ni idea...
Así, tus diálogos se mezclan con mis diálogos, en un sinfín de roces evanescentes.

Y llegamos a tu parada, y te tenés que bajar, y me mirás sin saber que hacer pero te bajas igual, y yo no digo nada, me muerdo la lengua y no digo nada, simplemente te miro irte y pienso en porqué te alejas de vuelta.
Así lo diría Elliot: “Como se mueve un jarrón chino. Inmóvil. Perpetuamente en su inmovilidad”.

2 comentarios:

Horacio Gris dijo...

Muy bueno, entiendo perfectamente. La cita de Elliot también.

saludos

Lunita dijo...

absurdo es cómo el cuerpo puede permanecer inherte cuando las ganas se te salen del pecho. Pero pasa. Uno hace lo que puede...
igual, como usté, él seguro se quedó extrañando.