El embale

De Federico nos enamoramos todas a la vez. No sé si era lo que se dice “carilindo” pero no faltaron muchos minutos de conversación para que nos diéramos cuenta de que era realmente el hombre ideal. La primera baba, por lo menos a mi, se me cayó cuando lo vimos darle el paso a una anciana en plena peatonal de Montevideo. Tan perfecto era Federico, el bocadillo justo salía de su boca, Federico, su manera de descorchar la botella, la forma en que la bola de bowling se desprende de sus manos, hermosas, y casi en cámara lenta destruye el bosque de pinos que cae abatido ejecutando algo que parece una sinfonía. Festeja Federico y deja ver, una cintura pequeña y un tatuaje enorme que le da magia a su espalda y fantasía a nuestros corazones.
Nos lleva, a cada una a la casa. Primero a Magdalena, que vive de pasada, y luego se desvía 45 cuadras para acercarnos hasta el hostel donde estamos parando María y yo. Fascinadas observamos las manos de Fede, su manera de pasar los cambios, cómo le cuelga el reloj hermoso de esa muñeca cincelada por dioses inspirados. Lo vemos manejar e instantáneamente nos imaginamos todo: el auto de Fede estacionado en la puerta de mi casa de Lanus, papá haciendo el asado y diciéndole “pibe”, mamá dándole de probar a Federico torta de manzanas. Él pedirá la receta y bendecirá las manos que obraron ese milagro. La siguiente escena (se superponen una sobre la otra mientras avanzamos por calles empedradas y en el auto se comentan cosas que no termino de entender) en la siguiente escena de la edición casera de mi mente soy yo la absoluta protagonista. Hablo por teléfono con María y estoy contándole lo felices que somos, que anoche me sorprendió con una cena y unos juguetitos para que nos divirtamos mas. Y entonces sí, lo atrapo en una cápsula y me entrego completamente a la fantasía: Federico retozando en mi cama del departamento de Capital, Federico recorriendo con esas manos mi cuerpo que tiembla, y yo besándolo por todos lados, ahí, como tantas veces nos instruímos con María, primero lento, unas vueltitas de lengua juguetona para luego bajar lamerlo todo, debajo de las bolas, la raya del culo, todo bañado de saliva, voy a bañarte Federico, seguro nunca te hicieron algo así. O sí, pero este es mejor, te la voy a comer hasta la arcada. Federico dormido, lo veo desde la puerta del cuarto y me parece un milagro de diosylavirgensanta, soy la mujer más maravillosa y él pordiosteloruego no existe, está absolutamente construido por mi imaginación. Yo te creé Federico, tenés que ser mío, hace tiempo que te vengo imaginando. Nos deja en el hostel. Comentamos con risitas, no nos podemos dormir. Lo amamos.
Quedamos en ir a pasear por lugares típicos la noche siguiente. En la mesa (babeo) cita a Manuel Puig y entonces se dispara una conversación sobre el arte. (Soy hermosa, feliz el momento en el que decidí estudiar Artes en la UBA) Sé lo que digo y tengo mi posición tomada sobre el tema. “Pensaba ir a buscar otra cerveza pero acabás de decir algo fundamental que yo siempre pienso” dispara directo a mi corazón y me mira a los ojos y entonces hablamos del pacto de recepción entre el artista y el público y si la obra de arte que no es vista por nadie es o no una obra de arte. Pasa un chiquito y pide una moneda. Él le acaricia la cabeza y yo creo estar viendo el cuadro realista más impactante en mis 30 años y con toda mi experiencia de curadora encima. Se interesa por mí, me mira, me escucha con atención. Quiere saber más, y entonces nombro a Benjamin y tiro un par de conceptos, y me siento Messi, puedo girar y girar porque esto es lo mío y estoy en mi salsa y si encima de que sos todo te interesás por el arte yo nunca más voy a permitir que te separes un instante de mí. Voy acercándome al área, sorteo dos interrupciones con habilidad magistral, el espejo de la pared detrás de sus hombros me refleja y estoy divina: el pelo genial, la piel impecable, la sonrisa canchera. Los demás charlan de cualquier cosa: este mundo Federico, se hizo para nosotros dos, vos y yo solos, que se vayan, que dejen, que no paguen que yo me hago cargo de la cuenta en uruguayos, que elijan lo que quieran no me importa nada más que mirarte.
Llega el mozo: habíamos pedimos pizza de rúcula y albahaca y con la charla me había olvidado. El vino me dio hambre, comemos, con serenidad, soy una señorita, dos porciones nada más, pero a vos te pasaría el aceite de la pizza por encima y te comería sin pudor. Toda una instalación, el concepto es claro: el hombre morfable. El hombre que no existe, lindo, bueno, amable, culto, chicas… ¡está sentado aquí a mi lado! y cuando esta parafernalia termine me lo voy a llevar al hostel, o mejor él me va a llevar a mi en el auto a ver las estrellas mientras cabalgo sobre él de cara al volante. Segunda porción y todo sobre ruedas. Los demás se van dispersando, la música empieza a elevarse, ya no podemos hablar. Vamos a la pista, cómo se mueve, nunca fue lo mío el baile pero hago el esfuerzo, las luces me iluminan, soy hermosa, estoy divina, acercate Fede, dale. Me dice algo al oído. No lo escucho.
-Qué? - los Chemicals Brothers estallan, y yo con ellos.
Otra vez no lo escucho, se ríe, se me acerca más.
-Qué??? abro la boca para que me oiga mejor.
- Que tenés una rúcula en el diente.

Silencio.

12 comentarios:

Horacio Gris dijo...

no, noo, NOOO, NOOOOO!!!

rompiste todo!!!
Hasta el anteúltimo renglón quise ser como Federico.


saludos

ajsoifer dijo...

Me impresionó el admirable manejo del vocabulario futbolístico.

El embale termina pifiando con el arco vacío.
Si sos de Racing como yo, esa fue la bendición que nos salvó del descenso.

manuel dijo...

GENIAL texto.

muy bueno, de a de veras. logra mucho transmitir el vértigo y la adrenalina de esos momentos.

parte para remarcar 1)

"el auto de Fede estacionado en la puerta de mi casa de Lanus, papá haciendo el asado y diciéndole “pibe”, mamá dándole de probar a Federico torta de manzanas. "

tremendo... pero es así. en esas situaciones, uno no piensa en forma correcta...

parte para remarcar 2):

"y yo besándolo por todos lados, ahí, como tantas veces nos instruímos con María, primero lento, unas vueltitas de lengua juguetona para luego bajar lamerlo todo, debajo de las bolas, la raya del culo, todo bañado de saliva, voy a bañarte Federico, seguro nunca te hicieron algo así."

CLAP CLAP CLAP. Van por el buen camino.

Anónimo dijo...

Bueno, me gustó muchísimo y me hizo reir más el final. Mencantó.

¡beso de pescáu!

pepperina. dijo...

jajajajajajjajaja.
Y después?
Qué pasó con "te la voy a comer hasta la arcada", una hojita de rúcula no nos va a arruinar el momento, o sí? Dale linda, qué pasó? jaja

MC dijo...

nooooooooooo
queria seguir leyendo, porque termino.
es increible lo bien que te expresas. me transmitiste cada una de las sensaciones.
que increible....
un saludo.

Las Benjamin dijo...

GRACIAS POR todos los comments... Yo creo, aunque no sé bien en realidad, que la historia es esta. Después de la rúcula no hay nada. Con Federico lo único que existe es fantasía, todo sucede en la imaginación de la protagonista. Y sospecho - estoy casi segura- que él durante toda la cena nunca se dio cuenta de nada. Otra de las capacidades de estos hombres perfectos...

Saludos!
Una benja.

Unknown dijo...

benjas, yo soy igual q Fede solo q no manejo y no tengo tatoo.

celebro este texto por refrescar el estilo imperante en este blog.

la enmascarada dijo...

De esta pobre experiencia, toda buena benja puede sacar una reflexión profunda: todo hombre perfecto esconde en sí mismo un hinchapelotas insoportable que no se banca una rúcula en el diente.
He dichio!

Mamerto Tetto dijo...

Pegue celos mal.

Conmigo la pasarias mucho mejor.

Soy hincha de racing y fana de las fabulas de Esopo (tengo toda la coleccion de mini libros ilustrados)... me gusta el arte y la cocaina.

Listo? cuando salimos?

Avisame, besitos.

Mamerto Tetto dijo...

Ah, me re gusto el relato.

POsta. Mal.

Aguante el PO, la frula, y la simbawe

Nadia Navarro dijo...

El fabuloso arte de engancharte hasta decir "basta" y luego pegarte la mejor bofetada invisible.
Definitivamente, Federico llega a la cumbre de lo obsceno.

Qué interesante hubiera sido que luego de que te hiciera notar lo de la rúcula, vos le digas:

-Ah, si? Tengo rúcula en los dientes? Ah. Bien, me decís recién ahora. Perfecto, eh. Y vos tenes un moco más grande que verga de negro, imbécil!

Ja. ;)
Me gusta pasar por aquí.
Saludos desde Mvdo.